Bueno antes de decir que voy a dejar este blog por un tiempecito, me gustaría comentar que la etapa educativa de mi hija no finaliza. Esto quiere decir que ella va a seguir preparándose profesionalmente, es decir, va a opositar para la administración de justicia, no voy a decir en qué concretamente ya que me gustaría seguir escribiendo este blog cuando ella finalice las oposiciones y las consiga.
Por todo ello, debo de ayudarla como siempre he estado haciendo y os he comentado: llevarla al lugar donde se encuentra el preparador, ayudarla y animarla en los momentos en los que se me desanime, compartir con ella todos los esfuerzos y lo más importante que me gustaría comentar, todo esto lo hago con ORGULLO y afán de FELICIDAD para mi hija.
Gracias a todos.
La etapa educativa comprende el aprendizaje intelectual y el social. Por ello, resulta aún más difícil situación si este niño sufre o padece algún tipo de discapacidad y, en concreto, la física. El ejemplo vivo y claro que voy a desarrollar en todo este blog, comprende todas las circunstancias, que ha sufrido mi hija, y nosotros los familiares, durante todo el periodo educativo.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
lunes, 3 de diciembre de 2012
Necesidades y demandas de las mujeres con discapacidad
Los ámbitos de necesidades y demandas de las mujeres con discapacidad coinciden con aquellos campos en los que es más urgente y necesario desplegar una actividad intensa que haga realidad la equiparación de derechos y la igualdad de oportunidades de estas mujeres con el resto de la ciudadanía.
Mujer y discapacidad: doble discriminación
Os informo de la situación de la mujer más el hecho de ser discapacitada. Es un estudio realizado por Pilar Ramiro, la cual, ocupa el cargo de Secretaria General en la Coordinadora de Minusválidos Físicos de Madrid, perteneciente a la Confederación PREDIF. Además preside la Comisión de la Mujer del CERMI.
Las palabras textuales de ella, respecto a la mujer con discapacidad son:
"Tradicionalmente, la sociedad ha tendido a aislar y a segregar a las mujeres con discapacidad, y a pesar de los logros y avances obtenidos en los últimos años, este tipo de discriminación (sutil a veces) sigue representando un problema grave y alarmante.
Pero, al contrario de lo que ocurre con otro tipo de grupos vulnerables o que sufren discriminación, las mujeres con discapacidad carecen generalizadamente de recursos o dispositivos legales eficaces para eliminar y corregir dichas conductas discriminatorias.
Nosotras nos enfrentamos continuamente a dichas circunstancias, que se evidencian en cotas mayores de desempleo, salarios inferiores, menor acceso a los servicios de salud, mayores carencias educativas, escaso o nulo acceso a los programas y servicios dirigidos a mujeres en general, mayor riesgo de padecer situaciones de violencia y todo tipo de abusos, etc., realidad que se agrava por la existencia de normas y políticas que fomentan la dependencia y por la dificultad de introducir modificaciones en los hábitos
preexistentes. De igual modo, las mujeres con discapacidad soportamos aún con más crudeza que los varones con discapacidad la persistencia de prejuicios, estereotipos e ideas recibidas, generalizados en todos los ámbitos, que distorsionan la imagen social y la percepción normalizada de este grupo humano.
Datos procedentes de distintos censos, encuestas y de los escasos estudios existentes, prueban que las mujeres con discapacidad, como grupo, ocupan un estatus inferior en nuestra sociedad, encontrándose en una situación de enorme desventaja social, económica, educativa y profesional. En las tablas estadísticas extraídas de la Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud, desarrollada por el INE en 1999 con la colaboración del IMSERSO y la Fundación ONCE. Se puede observar que de las
2.030.397 mujeres con discapacidad que existen en nuestro país 659.329 se encuentran en edad de trabajar; de ellas, sólo 104.568 trabajan (el 15,86%) y 51.762 están paradas.
El resto, es decir, 502.999, por razones muy diversas, nunca se han planteado acceder al mercado de trabajo.
Intentando un acercamiento a estos datos en Euskadi, y utilizando las mismas fuentes, de 143.601 personas con discapacidad censadas en este territorio 85.739 son mujeres, 31.205 tienen edad de trabajar solamente 6.665 el 21,4% son activas y 24.540 el 78,6% inactivas. Dentro de la población activa las mujeres curiosamente tienen una mayor tasa de ocupación 67,4% y menor tasa de paro 32,6% que los hombres con discapacidad 66,2% de ocupación y 33,8% de paro, este dato que se reproduce en algunas Comunidades Autónomas parece indicar que las mujeres que buscan empleo lo consiguen en mayor medida que los varones.
Si nos fijamos ahora en los datos de formación, a nivel estatal, seguramente entenderemos mejor esta situación: del total de mujeres con discapacidad 252.763 son analfabetas (el 12,44%); 338.388 (el 16,66%) tienen estudios primarios; 54.228 (el 2,67%) cuenta con estudios secundarios, y solo 31.760 (el 1, 56%) tiene estudios profesionales, superiores o universitarios.
La explicación a esta diferencia en las tasas de paro y actividad de la población discapacitada en función del sexo de los individuos se debe, como en los casos de desigualdad vistos en la población general, a problemas de jerarquización social.
Problemas no resueltos, desde el punto de vista de los sexos, cuando se han intentado equilibrar la desigualdad existente entre la población no discapacitada y la población discapacitada, clasificada socialmente en un plano inferior.
Esto, aunque ya es palpable en el colectivo de las personas discapacitadas, podría ser solucionado mediante una actuación conjunta de las instituciones responsables de diseñar la política de integración laboral y las entidades encargadas de implementar esas medidas políticas, sean estas instituciones: organismos públicos, privados o sin ánimo de lucro. Todavía se está a tiempo de tener en cuenta estas diferencias de género en el desarrollo de nuevas medidas de política de integración laboral, para así conseguir la integración plena de las personas discapacitadas. Esta integración plena no sólo supone
la equiparación con el resto de la población, además debería suponer la equiparación en
cuanto a género.
Pero para alcanzar estas metas debe tenerse un mejor conocimiento de la envergadura del problema de las personas discapacitadas y de las variables que pueden influir en mejorar o empeorar la situación.
Las mujeres con discapacidad formamos un grupo social aislado e invisible, que se enfrenta a todo tipo de restricciones y limitaciones, que ha estado sometido a una larga historia de tratamientos desiguales y que nos vemos relegadas a una posición de impotencia política, debido a circunstancias que están fuera de nuestro control y que son resultado de estereotipos y prejuicios que merman nuestra capacidad de participar y
contribuir a la sociedad en la que vivimos.
La existencia continuada de discriminaciones y prejuicios injustos e injustificados priva a las mujeres con discapacidad de la oportunidad de competir en condiciones de igualdad, así como de aprovechar las oportunidades de las que goza cualquier persona.
Consideramos que esto desencadena una situación injusta y de vulneración de los derechos humanos."
Espero que os haya gustado.
Las palabras textuales de ella, respecto a la mujer con discapacidad son:
"Tradicionalmente, la sociedad ha tendido a aislar y a segregar a las mujeres con discapacidad, y a pesar de los logros y avances obtenidos en los últimos años, este tipo de discriminación (sutil a veces) sigue representando un problema grave y alarmante.
Pero, al contrario de lo que ocurre con otro tipo de grupos vulnerables o que sufren discriminación, las mujeres con discapacidad carecen generalizadamente de recursos o dispositivos legales eficaces para eliminar y corregir dichas conductas discriminatorias.
Nosotras nos enfrentamos continuamente a dichas circunstancias, que se evidencian en cotas mayores de desempleo, salarios inferiores, menor acceso a los servicios de salud, mayores carencias educativas, escaso o nulo acceso a los programas y servicios dirigidos a mujeres en general, mayor riesgo de padecer situaciones de violencia y todo tipo de abusos, etc., realidad que se agrava por la existencia de normas y políticas que fomentan la dependencia y por la dificultad de introducir modificaciones en los hábitos
preexistentes. De igual modo, las mujeres con discapacidad soportamos aún con más crudeza que los varones con discapacidad la persistencia de prejuicios, estereotipos e ideas recibidas, generalizados en todos los ámbitos, que distorsionan la imagen social y la percepción normalizada de este grupo humano.
Datos procedentes de distintos censos, encuestas y de los escasos estudios existentes, prueban que las mujeres con discapacidad, como grupo, ocupan un estatus inferior en nuestra sociedad, encontrándose en una situación de enorme desventaja social, económica, educativa y profesional. En las tablas estadísticas extraídas de la Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud, desarrollada por el INE en 1999 con la colaboración del IMSERSO y la Fundación ONCE. Se puede observar que de las
2.030.397 mujeres con discapacidad que existen en nuestro país 659.329 se encuentran en edad de trabajar; de ellas, sólo 104.568 trabajan (el 15,86%) y 51.762 están paradas.
El resto, es decir, 502.999, por razones muy diversas, nunca se han planteado acceder al mercado de trabajo.
Intentando un acercamiento a estos datos en Euskadi, y utilizando las mismas fuentes, de 143.601 personas con discapacidad censadas en este territorio 85.739 son mujeres, 31.205 tienen edad de trabajar solamente 6.665 el 21,4% son activas y 24.540 el 78,6% inactivas. Dentro de la población activa las mujeres curiosamente tienen una mayor tasa de ocupación 67,4% y menor tasa de paro 32,6% que los hombres con discapacidad 66,2% de ocupación y 33,8% de paro, este dato que se reproduce en algunas Comunidades Autónomas parece indicar que las mujeres que buscan empleo lo consiguen en mayor medida que los varones.
Si nos fijamos ahora en los datos de formación, a nivel estatal, seguramente entenderemos mejor esta situación: del total de mujeres con discapacidad 252.763 son analfabetas (el 12,44%); 338.388 (el 16,66%) tienen estudios primarios; 54.228 (el 2,67%) cuenta con estudios secundarios, y solo 31.760 (el 1, 56%) tiene estudios profesionales, superiores o universitarios.
La explicación a esta diferencia en las tasas de paro y actividad de la población discapacitada en función del sexo de los individuos se debe, como en los casos de desigualdad vistos en la población general, a problemas de jerarquización social.
Problemas no resueltos, desde el punto de vista de los sexos, cuando se han intentado equilibrar la desigualdad existente entre la población no discapacitada y la población discapacitada, clasificada socialmente en un plano inferior.
Esto, aunque ya es palpable en el colectivo de las personas discapacitadas, podría ser solucionado mediante una actuación conjunta de las instituciones responsables de diseñar la política de integración laboral y las entidades encargadas de implementar esas medidas políticas, sean estas instituciones: organismos públicos, privados o sin ánimo de lucro. Todavía se está a tiempo de tener en cuenta estas diferencias de género en el desarrollo de nuevas medidas de política de integración laboral, para así conseguir la integración plena de las personas discapacitadas. Esta integración plena no sólo supone
la equiparación con el resto de la población, además debería suponer la equiparación en
cuanto a género.
Pero para alcanzar estas metas debe tenerse un mejor conocimiento de la envergadura del problema de las personas discapacitadas y de las variables que pueden influir en mejorar o empeorar la situación.
Las mujeres con discapacidad formamos un grupo social aislado e invisible, que se enfrenta a todo tipo de restricciones y limitaciones, que ha estado sometido a una larga historia de tratamientos desiguales y que nos vemos relegadas a una posición de impotencia política, debido a circunstancias que están fuera de nuestro control y que son resultado de estereotipos y prejuicios que merman nuestra capacidad de participar y
contribuir a la sociedad en la que vivimos.
La existencia continuada de discriminaciones y prejuicios injustos e injustificados priva a las mujeres con discapacidad de la oportunidad de competir en condiciones de igualdad, así como de aprovechar las oportunidades de las que goza cualquier persona.
Consideramos que esto desencadena una situación injusta y de vulneración de los derechos humanos."
Espero que os haya gustado.
Día de la discapacidad
Hoy, realizo esta entrada, ya que es el DIA INTERNACIONAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD. La observancia anual del Día Internacional de personas con discapacidad, el 3 de diciembre, tiene como meta fomentar la comprensión de los asuntos relativos a la discapacidad y movilizar el apoyo a la dignidad, los derechos y el bienestar de las personas discapacitadas. También intenta aumentar la sensibilidad acerca de los beneficios que se derivan de la integración de las personas con discapacidad en cada uno de los aspectos de la vida política, social, económica y cultural. El Día Internacional pretende conseguir que las personas discapacitadas disfruten de los derechos humanos y participen en la sociedad de forma plena y en condiciones de igualdad, objetivo establecido por el Programa de Acción Mundial para las personas con discapacidad que adoptó la Asamblea General en 1982.
Observancia del Día Internacional de las personas con discapacidad
En 2004, la observancia del Día Internacional se centrará en la implicación activa de las personas discapacitadas en la planificación de las estrategias y políticas que les afectan. El lema "Nada sobre nosotros sin nosotros" se basa en este principio de participación, y las organizaciones de personas con discapacidad lo han venido usando durante años como parte del movimiento mundial para alcanzar la participación plena y la igualdad de oportunidades para, por y con las personas discapacitadas.
La implicación activa de las personas discapacitadas en la elaboración en curso de una convención sobre los derechos de las personas con discapacidad ha demostrado ser un excelente ejemplo de cómo el principio de participación plena puede ponerse en práctica y contribuir al desarrollo de sociedades verdaderamente inclusivas, en las que se escuchen las voces de todos y las personas discapacitadas puedan ayudar a crear un mundo mejor para todos.
La observancia del Día Internacional ofrece la oportunidad de fomentar un cambio en las actitudes hacia las personas discapacitadas y de eliminar las barreras a su participación plena en todos los aspectos de la vida.
Para más información sobre la observancia del Día Internacional de este año en la Sede de las Naciones Unidas, por favor haga click aquí.
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